dimarts, 13 de juliol del 2010

Dispensari

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Més prompte que tard, la magrana havia d’esclatar. Som mercaders concloíem en arribar a l’estació de Tavernes. Parlàvem de la manca de treball a la nostra comunitat autònoma, de que l’atur afectava especialment als joves valencians. I de que no semblava preocupar-li a ningú. Ni els barracons i el fracàs escolar, ni les llistes d’espera a la sanitat pública, ni la presumpta corrupció del màxim representant del govern valencià, i altres sequaços del nord, del centre i de l’est; ni que a aquest últim la nostra caixa, Bancaixa, li pagués la fiança en un flagrant atemptat contra els interessos econòmics de l’entitat financera i de tots aquells que en ella hi confiaven.

Una terra sense ànima, una terra dispensadora de pa.

I en eixes converses estava quan amb la ratificació i la desolació que això provoca, però amb l’esperança que el crit compartit alberga, un divendres onze de juny, vaig llegir a Benigno Camañas.

Però és més tard, un dimarts després, quan decidisc tallar i pegar allò que jo mateixa hagués desitjat escriure.

¿Somos fenicios o tierra invadida?
Benigno Camañas. Publicat al diari El Mundo el divendres, once de juny de 2010.

Una pregunta me corroe. ¿Nuestras universidades opinan algo sobre que la Comunidad Valenciana haya perdido el control de sus dos grandes cajas y el Banco de Valencia? ¿Nuestros sociólogos, economistas o historiadores tienen criterio? ¿Hay alguien ahí, en esa parte de la sociedad civil? ¿Es tal el divorcio entre Universidad y sociedad que no merece una reflexión el mayor fracaso económico de una generación? Los interrogantes surgen por una vivencia personal, que me ha permitido recuperar viejas amistades de la Universidad de Bellaterra. Entre ellas, la de un profesor de sociología. A raíz de la absorción de nuestras cajas convocó una cena-tertulia, porque allí no entienden lo sucedido. Me sentí como el mono de un laboratorio por sus preguntas. En el encuentro se planteó que Valencia como epicentro del mediterráneo, en lugar de aprovechar su posición estratégica, como motor, tenía complejo de tierra invadida por la que han pasado todas las civilizaciones. Sin conciencia de pueblo. Que faltan movimientos asociativos vigorosos, y que algunos empresarios abandonaron sus proyectos de futuro, para transformarse en negociantes o especuladores del ladrillo… La influencia fenicia, supongo.

Obviamente, el debate derivó en cómo repercute en Cataluña. Se comparó con el SIP de Caixa Cataluña, incluso si había que presionar a la Caixa para que aprovechara el vacío. Desconozco la capacidad de influencia de los contertulios para esas reflexiones, pero constaté la existencia de una sociedad civil viva que medita sobre lo que acontece. Entre ellos, claro, había catalanistas críticos con el aumento de la influencia de Madrid, pero la mayoría se emplazaba a un estudio político, sociológico y económico, respetuoso. Insisto, se emplazaban a estudiar esta peripecia como un hecho relevante.

Regresando por la única autopista de pago que existe en la costa española recordé que tengo amigos que son profesores en las universidades valencianas. No conozco que hayan convocado debates sobre la debacle, ni emitido opiniones. Será que somos fenicios. O que tenemos complejo de tierra invadida. O que somos serviles con los poderosos que mandan en las instituciones y evitamos líos. O todo a la vez, y así nos va.

La Comunidad se queda sin “bancos regionales”
Benigno Camañas. Publicat al diari El Mundo el dimarts, vint-i-dos de juny de 2010.

La Comunidad Valenciana que tenía un peso importante en el sector financiero, con la tercera y cuarta cajas de ahorro españolas, se ha quedado en quince días sin ninguna. Pueden explicarlo cómo y cuánto quieran, dar los argumentos más peregrinos, intentar engañarnos, pero la realidad es que sus servicios centrales y el aparato económico y burocrático que comporta, desaparece de nuestra tierra. Ya no hay cajas valencianas. En un estado federal como el español, las cajas han cumplido el papel de bancos regionales y la Comunidad Valenciana se queda sin ellos. Es como si una nación se queda sin su banco central, como si España perdiera el Banco de España porque lo absorbiera el Banco Central Europeo. La noticia puede ser buena para el sistema financiero nacional, pero es un fracaso colectivo de los valencianos. Ninguna comunidad autónoma española, con un peso económico de relieve, lo ha aceptado. En Cataluña, Andalucía, Castilla y León o Galicia, con unas cajas en situación más comprometida que las valencianas se ha impedido. ¿Se imaginan la reacción del empresariado o de la sociedad civil catalana o vasca si hubiera ocurrido lo de la Comunidad Valenciana? Su consejero de economía estaría cesado o dimitido y su presidente haciendo las maletas.

¿A quién pedimos responsabilidades? ¿A un gobierno autonómico acéfalo porque su presidente está enfangado judicialmente? ¿A un vicepresidente de Economía inoperante? ¿A una oposición inexistente? ¿A unas organizaciones empresariales cuyos dirigentes están pendientes de la política y las subvenciones, cuando no de los contratos de sus empresas? ¿A unos sindicatos que viven de las ayudas oficiales? El problema de fondo es que no tenemos sociedad civil, ni capacidad de respuesta. Nos han condenado a ser un país de camareros y lo aceptamos mansamente. Tampoco es la primera vez que nos pasa. Somos especialistas en crear bancos que se quedan en Madrid. Nos pasó con Promobanc, Banco de la Exportación o el Banco Central que creó la familia Villalonga y acabó absorbiendo el Santander. En nuestra historia, como país desvertebrado, incapaz de tener un proyecto colectivo. La semana pasada el presidente de Bancaza, José Luís Olivas, creía que sobrevivirían, pero nuestros líderes han doblado la rodilla. El poder valenciano es de tercera división. O ni eso.

Benigno Camañas és President del Consell Editorial de El Mundo Comunidad Valenciana